Luna Llena by Jim Butcher

Luna Llena by Jim Butcher

autor:Jim Butcher [Butcher, Jim]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: BestSeller
publicado: 2010-01-04T08:22:26+00:00


Capítulo 18

Intenté que mi aturdido cuerpo respondiera, ponerme en pie, liberar toda la magia a mi disposición para proteger a Murphy, y al cuerno con las consecuencias. Fracasé.

El loup-garou se precipitó por el pasillo. No podía creer que algo tan enorme pudiera moverse tan rápido. Sus garras se clavaban en el suelo embaldosado como si fuera barro blando. Las paredes temblaban alrededor de la bestia, como si su presencia bastara para que la realidad se estremeciese. La baba manchada de sangre le caía por la boca, que echaba espuma, y sus ojos verdes brillaban con una furia terrible.

Murphy, con su metro cincuenta y pico de altura, era más baja que el loup-garou aunque tenía los ojos a la misma altura que los de ella. Iba vestida con vaqueros, botas de montaña, una camisa de franela arremangada hasta los codos y un pañuelo anudado al cuello. No llevaba maquillaje ni joyas, y los lóbulos de sus orejas se veían extrañamente desnudos y vulnerables sin pendientes. El pelo cortado al estilo punk le caía por los ojos, y cuando levantó la pistola empujó el labio inferior hacia adelante y resopló para que el flequillo no le molestara. Comenzó a disparar cuando el loup-garou estuvo a unos nueve metros de distancia. Fue inútil. La cosa ya se había reído de las balas que le habían disparado a quemarropa en la cabeza.

En aquel momento me di cuenta de tres cosas.

Primero, la pistola de Murphy no era la Colt semiautomática de grueso calibre que llevaba habitualmente. Era más pequeña, más elegante, con una mira telescópica montada en la parte posterior.

Segundo, la pistola emitió un pequeño pum, pum, pum en lugar del habitual pam, pam, pam.

Tercero, cuando la primera bala le dio al loup-garou en el pecho, le salió sangre, y la criatura vaciló y se dobló como si aquello le sorprendiera. Cuando el segundo y tercer disparo le dieron en la pata delantera, el miembro se le dislocó. El loup-garou gruñó y se tambaleó, bajó la cabeza y sencillamente se abrió paso a través de la pared a cabezazo limpio y entró en la habitación de al lado.

Murphy y yo nos quedamos en el pasillo cubierto de polvo, acompañados por la música de fondo de la alarma, que daba gritos lastimeros. Murphy se dejó caer a mi lado.

–Y yo que le dije a mi tía Edna que esos pendientes nunca me harían servicio -murmuró-. Santo Dios, Dresden, estás cubierto de sangre. ¿Es grave? – Sentí que deslizaba la mano por un enorme roto del mono azul que no había visto antes y me pasaba la palma por el pecho y los hombros, comprobando las arterias-. Por cierto, estás arrestado.

–Estoy bien, estoy bien -resollé cuando pude respirar-. ¿Qué diablos ha ocurrido? ¿Cómo has hecho eso?

Murphy se puso de pie, levantó la pistola a medio cuerpo y se dirigió hacia el agujero que el loup-garou había dejado en la pared. Podíamos oír estrépitos, golpetazos y gruñidos furiosos en alguna parte al otro lado.

–Tienes derecho a permanecer en silencio.



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